Y después de la huelga feminista, qué

REVISTA DE TREBALL, ECONOMIA I SOCIETAT.
Nº 88 – ABRIL 2018

Edita: Comité Económico y Social de la Comunitat Valenciana (CESCV).
Disponible en http://www.ces.gva.es/sites/… o ver el archivo pdf en este sitio web.

Artículo: Y después de la huelga feminista, qué.


A la huelga compañeras

El grito feminista comenzó a tomar forma en la manifestación del día 3 de junio de 2015 en Argentina, de la mano del movimiento “Ni una menos”, por la indignación ante el feminicidio de una adolescente, cuyo novio asesinó y enterró en el jardín de su casa. Aunque, el epicentro de esta movilización fue Buenos Aires, tuvo una trascendencia y repercusión nacional e internacional. En el Estado español, el 7 de noviembre de 2015, el feminismo llenó Madrid en una manifestación multitudinaria sin precedentes contra todas las violencias machistas. Un año después, en 2016, otra marcha exigió el fin de los feminicidios y la violencia contra las mujeres en Argentina, lemas que se repitieron el 19 de octubre en otra manifestación precedida por una huelga laboral de una hora. Pocos días antes, el 3 de octubre, miles de mujeres en Polonia realizaron una huelga de 24 horas contra el proyecto de ley del gobierno que pretendía ilegalizar totalmente el aborto. Las polacas tomaron como modelo la primera huelga nacional de mujeres que tuvo lugar en Islandia en 1975. En Estados Unidos, una masiva marcha de mujeres el 21 de enero de 2017 contra el recién elegido presidente, fueron la advertencia de que las demandas de equidad de género y contra las violencias machistas trascienden las fronteras.

A la llamada de “Ni una menos”, el 8 de marzo de 2017 el feminismo organizó el primer paro global del trabajo productivo y reproductivo de mujeres internacional. Millones de mujeres de 70 países, desde Argentina a Polonia, desde Turquía a Estados Unidos, desde Brasil a Italia pasando por el Estado español, ocupamos las calles para hacer visible nuestro trabajo, nuestras demandas y nuestros cuerpos. Así, las mujeres de todo el mundo paramos media hora para empezar a poner en práctica el mundo en el que queremos vivir.

Paramos porque nuestras demandas son urgentes, para reclamar el derecho al aborto y que no se obligue a las niñas y mujeres a ser madres, “nosotras parimos nosotras decidimos”. Para denunciar que cobramos menos que los hombres, que realizamos la mayor parte del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado y sufrimos distintos tipos de violencias machistas, cuya expresión más brutal son los feminicidios.

Así, desde ese paro internacional feminista, estamos tejiendo un nuevo internacionalismo. Frente a la reacción misógina y patriarcal neoconservadora, el movimiento de mujeres emerge como una alternativa humana y justa. Combatimos la nueva caza de brujas que persigue la llamada “ideología del género”, intentando devaluar nuestro mensaje, neutralizar nuestra fuerza y quebrar nuestra voluntad. Luchamos contra las distintas estrategias violentas que utilizan los patriarcados para subordinarnos y apropiarse de nuestro cuerpo, trabajo y descendencia.

Condenamos todos los conflictos armados que utilizan a las mujeres como arma de guerra y nos obligan a desplazarnos, para apropiarse de nuestra tierra. Así como, el racismo y la xenofobia en todas sus manifestaciones. Denunciamos los recortes presupuestarios que, con la excusa de la crisis, se han realizado en los programas de igualdad de género y contra las violencias machistas. Pero también, en los sectores que más nos afectan a las mujeres: sistema de salud, educación y servicios sociales. No aceptamos que la justicia patriarcal no nos considere ciudadanas de pleno derecho. Nosotras queremos vidas dignas y que todas las personas podamos satisfacer nuestras necesidades básicas respetando el medio ambiente y a la madre tierra. Nos mueve la necesidad y el deseo, porque vivas y libres nos queremos.

En septiembre de 2017 el feminismo español fue convocado al I Encuentro en Elche, con el lema “hacia la huelga feminista del 8 de marzo de 2018”. Allí emergió la certeza de que el relevo generacional estaba más que asegurado. Muchas mujeres de todas las edades, pero, sobre todo, muchas jóvenes brillaron. Se pusieron en común las experiencias del 8 de marzo de 2017, los diferentes aspectos de la huelga feminista, las cuestiones prácticas de su organización y los aspectos legales sobre la huelga laboral. Y así se empezó a gestar, para seguir trabajando en ello en el II Encuentro estatal en Zaragoza en enero de 2018, el gran éxito que ha sido la huelga feminista del 8 de marzo de 2018.

De los encuentros se extendió el proyecto a todos los lugares y a todas las mujeres, que lo interpretamos como el inicio de un proceso de cambio de ideas y prácticas. La propuesta fue aplaudida en las ciudades, pueblos, barrios, escuelas, institutos, universidades, centros de trabajo, empresas, hospitales y hogares. Así, desarrollando la conciencia social feminista se garantizó el éxito de la huelga.


A la huelga cien, a la huelga mil, todas a la huelga vamos a ir

El 8 de marzo millones de mujeres hicimos huelga y tomamos las calles en todo el mundo. En el Estado español ha sido la mayor movilización feminista. En el primer párrafo del manifiesto unitario estatal del 8 de marzo de 2018 se podía leer “juntas somos más”. Efectivamente, cada 8 de marzo nos juntamos para celebrar los logros alcanzados, pero también para reivindicar todo aquello que nos falta por conseguir. No partimos de cero, nos precede una larga lucha de varios siglos y una muy importante genealogía de mujeres.

Porque sufrimos distintos tipos de violencias físicas, psíquicas, sexuales, económicas y feminicidios. Porque nos faltan todas las niñas y mujeres que han sido asesinadas por el hecho de serlo. Porque no nos creen y cuando denunciamos las agresiones que sufrimos, se cuestiona nuestro testimonio. Porque nuestras vidas son inseguras, precarias y están colmadas de injusticias y desigualdades. Porque todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana están atravesados por el machismo. Porque las mujeres queremos vidas dignas, otra forma de relacionarnos y otra sociedad. No estamos dispuestas a seguir esperando, por lo que el 8 de marzo de 2018 hemos hecho huelga de cuidados, laboral, de consumo y educativa, “porque si las mujeres paramos, se para el mundo”. Una huelga feminista que, como ya se ha señalado, evidencia que a partir de ahora ninguna huelga se podrá considerar general si no tiene en cuenta el trabajo reproductivo además del productivo.

Huelga de cuidados, porque las tareas domésticas y de cuidados que mayoritariamente hacemos las mujeres, aunque invisibilizadas y devaluadas, son un trabajo absolutamente imprescindible para el sostenimiento de la vida. Que este trabajo no sea remunerado y mayoritariamente lo hagan las mujeres es una trampa del patriarcado y del capitalismo. Este trabajo tiene que ser reconocido y distribuido de forma equitativa entre las mujeres y los hombres.

Hacemos también huelga laboral. Porque en el mercado laboral existe, además de la segregación horizontal y vertical, la brecha salarial, por lo que las mujeres somos más pobres. Y, aunque, las mujeres cada vez estamos más formadas académicamente, esto no se refleja en el mercado laboral. Así, a pesar del importante recorrido que hemos hecho las mujeres españolas, seguimos teniendo los pies pegados al suelo y se mantiene en plena vigencia el techo de cristal, por lo que seguimos estando apartadas de los puestos de responsabilidad y toma de decisiones en distintos ámbitos, más cuanto más importantes son. Pero, además, la precariedad se agrava para muchas mujeres por cuestiones de edad, por el hecho de ser migrantes, por diversidad funcional, por tener una imagen alejada de la normatividad, etc.

De manera alguna podemos soportar el acoso y abuso sexual en el ámbito laboral. Los empleos tienen que adaptarse a nuestras necesidades y deben posibilitar que las mujeres desarrollemos nuestros proyectos vitales con dignidad y autonomía, sin penalizarnos por el hecho de ser madres (para lo que se tienen que asegurar las licencias por maternidad y paternidad iguales e intransferibles) ni condenarnos a unas pensiones míseras que nos obliguen a ser pobres también en la vejez.

Hacemos huelga de consumo y exigimos ser protagonistas de nuestras vidas, de nuestra salud y de nuestros cuerpos, sin ningún tipo de presión estética. Nuestros cuerpos no son mercancías ni objetos, por lo que no pueden ser utilizados como reclamo. Denunciamos toda práctica, opinión o imagen que cosifique y degrade a las mujeres. No podemos seguir permitiendo la patologización de nuestras vidas, emociones y circunstancias. La medicalización responde a intereses de grandes empresas, no a nuestra salud, por lo que es necesario dejar de considerar nuestros procesos vitales como enfermedades.

También hacemos huelga educativa. La educación es básica en la construcción de nuestras identidades de género y sexuales. Por ello, exigimos una educación pública, laica y feminista. Que incorpore en todos los ciclos formativos la igualdad de género, la educación afectivo-sexual, la resolución pacífica de conflictos y libre de valores heteropatriarcales. Reivindicamos también nuestro derecho a que nos enseñen en la diversidad, sin miedos, sin complejos y que no se permita ni una sola agresión machista ni LGTBI fóbica en las aulas. Así mismo, exigimos la coeducación en todos los ámbitos y espacios de formación y una educación en la que la perspectiva de género sea transversal en todas las disciplinas y no relegue nuestra historia a los márgenes de los libros de texto. Las mujeres no vamos a seguir permitiendo ser invisibilizadas ni que se desprecien y devalúen nuestras aportaciones.

Poco queda que añadir sobre el 8 de marzo de 2018, en el que las mujeres convertimos las calles españolas en un grito ante la injusticia, la inmoralidad, la desigualdad, la exclusión, la humillación y el hartazgo. Y de la clara intención de construir un nuevo orden social con igualdad salarial, sin techo de cristal, con respeto, sin agresiones, violencias, ni feminicidios.

El 8 de marzo las mujeres hemos ganado la hegemonía en la calle y hemos establecido el inicio de una nueva conciencia de género, que se impone de forma arrolladora en torno a la idea de igualdad. Como ya se viene apuntando, probablemente nos encontramos ante “la cuarta ola” del feminismo, que tiene que tener una agenda propia que la caracterice y, manteniendo lo logrado, analice críticamente el presente y defina los pasos a seguir para alcanzar los objetivos propuestos.


Yo por ellas madre y ellas por mí

El 8 de marzo de 2018 las mujeres hemos hecho huelga y salido a la calle para exigir cambios reales. Las reivindicaciones no son nuevas, el movimiento feminista viene demandando la transformación social desde hace mucho tiempo. El feminismo como movimiento social y político, cuyo sujeto político somos todas las mujeres está más vivo que nunca. Así, exige, como objetivo y tarea de “la cuarta ola”, además de la igualdad legal, la igualdad real y completar la tarea pendiente de la paridad.

Como ha quedado patente, la paridad no se ha logrado ni en el terreno político ni en otros espacios, no han sido casuales los manifiestos específicos de las mujeres en los distintos ámbitos: actrices, periodistas, deportistas, científicas, académicas, juristas, etc. Las mujeres además de ser cada vez más conscientes de las sutiles formas de explotación, exclusiones, violencias, abusos y acosos que sufrimos, hemos perdido el sentimiento de culpa, la vergüenza y el miedo de contarlo y denunciarlo.

Hemos realizado un desafío social y político. A nivel social, queremos unas relaciones nuevas basadas en el respeto, en la igualdad en el ámbito laboral y corresponsabilidad en el hogar, sin subordinación ni violencias. Tenemos derecho a una vida que merezca ser vivida y los cambios políticos necesarios que acompañen a los cambios sociales. Las mujeres ya hemos entendido muy bien el lema del feminismo radical de la década de los 70, “lo personal es político”.

Ante los éxitos y avances de las mujeres, los sistemas estratificadores de género o patriarcados reaccionan y se rearman con estrategias cada vez más sutiles para poder seguir manteniendo su poder y no renunciar a sus privilegios. Por ello, no faltan quienes dicen que la huelga del 8 de marzo no ha servido para nada. Los mismos machistas que han usado su posición de poder para explotarnos, menospreciarnos y devaluar nuestras aportaciones. Los mismos que han normalizado el acoso, abuso y la violencia contra las mujeres. Los mismos que nos quieren explicar lo que tenemos que hacer y lo que queremos las mujeres. Pero nosotras, sabemos muy bien que quien no es parte de la solución, es parte del problema.

Que algunos sindicatos y partidos políticos españoles se adhieran a la lucha feminista no es un hecho que pueda pasar desapercibido. Los demás, que tengan cuidado, el 8 de marzo de 2018, como ya pasara el año anterior, las mujeres orgullosas de serlo y de ser feministas hemos hecho huelga y hemos ocupado las calles con piquetes, concentraciones y manifestaciones. Mujeres de todas las clases sociales y edades, mayores y no mayores, abuelas, madres y nietas. Jóvenes orgullosas, que reconocen las luchas feministas de sus predecesoras y se declaran “las nietas de las brujas que el patriarcado no pudo quemar”. Hijas de mujeres luchadoras, que reconocen que “su madre que es muy lista la ha hecho feminista”. Y las mayores orgullosas y emocionadas, recogiendo los frutos de las semillas plantadas durante muchos años desde muchos ámbitos: familias, amistades, escuelas, institutos, universidades, asociaciones, centros sociales, organizaciones juveniles y de mujeres, partidos políticos, sindicatos, etc.

Las mujeres no estamos dispuestas a seguir soportando las discriminaciones laborales, las brechas salariales, la desigualdad, la precariedad, las violencias y los comportamientos machistas en todos los ámbitos de nuestras vidas. Ni vamos a seguir aceptando que estas cuestiones se consideren menores, sin categoría suficiente para entrar en los grandes debates nacionales, eso ya no va a poder ocurrir y quien no lo entienda lo pagará muy caro.

Las reivindicaciones de esta huelga se tienen que materializar en leyes (empezando por implementar, evaluar y mejorar las existentes contra la violencia de género y para la igualdad efectiva de mujeres y hombres), políticas públicas, recursos económicos (porque las medidas políticas, al igual que las del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, no se pueden poner en marcha sin presupuesto económico) y cambios sociales y culturales que se concreten en nuestras vidas cotidianas. Las demandas están claras, exigimos la plena igualdad de hecho, la paridad en todos los ámbitos y la erradicación de todas las formas de violencia contra las mujeres. No vamos a dejar de unir nuestro grito ante las discriminaciones y asesinatos machistas, “si nos tocan a una, nos tocan a todas”. Nuestra sociedad está necesitando un cambio y tenemos el derecho y la obligación de construirlo en común. Las feministas vamos a seguir haciendo lo que siempre hemos hecho, situar el feminismo en el centro del debate, porque una sociedad más justa e igualitaria es absolutamente necesaria y el camino hacia la igualdad y justicia social sólo es posible con el feminismo.

De entre todos los países que se unieron a las reivindicaciones de este 8 de marzo, la prensa internacional se ha hecho eco del éxito del feminismo español. Lo hemos conseguido una vez más, ya habíamos llenado las calles de forma masiva en la manifestación multitudinaria del 7 de noviembre de 2015. Sabemos perfectamente que esto no acaba aquí, que tenemos mucho trabajo por hacer, siempre lo hemos tenido y eso nunca nos ha parado, ni nos parará. Porque a diferencia del patriarcado que tiene la razón de la fuerza, el feminismo tiene la fuerza de la razón.

No hay marcha atrás…

Volem la meitat de la terra, la meitat del cel i la meitat del poder.

Gabriela Moriana Mateo
Institut Universitari d´Estudis de la Dona. Universitat de València